jueves, 27 de marzo de 2014

Paz en la tormenta


Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Juan 20:19-23

¡La paz sea con ustedes!— repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Juan 20:21 (NVI)

Nuestro siglo veintiuno, que debería ser un siglo de paz entre los seres humanos, no lo es. Lo empezamos ufanándonos de nuestro innegable progreso y de los adelantos científicos y tecnológicos, pero, ya hemos desperdiciado más de una década en conflictos y guerras en casi todo el mundo. Así era el mundo antiguo, y así continúa en la actualidad. Hace muchísimos años que un salmista escribió: "Mucho tiempo ha morado mi alma con los que aborrecen la paz. Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra" (Salmo 120:6,7).  Imagínense si reaccionamos de ese modo con un hombre de paz, ¿cómo será cuando habla el que ama la guerra?

Pero la paz que propone el ser humano, nunca será perfecta. La paz del mundo es algo tan frágil que el padre de la bomba atómica, Albert Einstein (1879-1955) dijo: “Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz.” Igualmente un diplomático oriental dijo: “Quien quiera sangrar menos en tiempos de guerra, tendrá que sudar más en tiempos de paz". ¡No tenemos ningún motivo de orgullo de un mundo así!

Ahora bien, existe otra paz, la de Dios. Esta paz no se trata del débil compromiso que sólo es de corta duración entre los gobernantes de este mundo, como bien lo dijera el Apóstol: "Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina…" (1 Tesalonicenses 5:3). No, la paz de Dios, no es la paz que produce el cese de las hostilidades, sino la paz que encontramos a pesar de los problemas y las tormentas de la vida, a través de la fe en JESÚS resucitado y triunfante.

En efecto, las primeras palabras que JESÚS pronunció al saludar a sus discípulos, aquel día de su resurrección, fueron: “Paz a vosotros”. ¿Cómo JESÚS garantiza esta paz? “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (v.20). Aquí estamos en la presencia de la llamada Gran Comisión, ¡que es el mandato de llevar el Mensaje de la paz de Dios por todo el mundo! ¡La resurrección de JESÚS es la esperanza viva de nuestra resurrección!: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío” (v.21).

¿Cuál es el poder del Mensaje? El Señor, los invistió de su poder, a través del Espíritu Santo: “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (v.22). De allí en adelante el Evangelio o la Buena Noticia libera cuando la predicamos y, retiene esta bendición cuando callamos: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (v.23). Por todo esto, nosotros vamos por el mundo llevando el Mensaje de paz: “y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15; RV60).

¿Tenemos conflictos y luchas lo que llevamos el Mensaje? Ciertamente, pero por encima de todo, nosotros, ¡anunciamos la paz en la tormenta!

Se cuenta que un cierto rey prometió un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente hubo dos que en verdad le gustaron. La primera mostraba un lago muy tranquilo, espejo perfecto en donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta. La segunda también tenía montañas, pero estas eran escabrosas, sobre ellas había un cielo oscuro del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Esta imagen no se revelaba para nada pacífica, pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó que tras la cascada, crecía un delicado arbusto. En él había un nido, y dentro de él, en medio del rugir de la violenta caída del agua, un pajarito.

¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora? El rey escogió la segunda. La paz –explicó-, no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin dolor, sino, significa que, aun en medio de estas circunstancias, nuestro corazón puede permanecer en calma. Esta paz solamente está en Cristo, como lo dice el Apóstol:Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús(Filipenses 4:7).

Así, que en este momento, invoco la bendición de Dios sobre ti con las palabras con que el Señor nos ordenó bendecir: “El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti,y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro,y te dé paz” (Números 6:24-26; BLA)

Oración:
Amado Padre celestial: Gracias por tu Hijo JESÚS, Él es la paz. En esta hora le brindo toda mi adoración y alabanza porque "Él hizo la paz mediante la sangre de su cruz". Mi paz no depende de mí, sino de Él. Como los primeros discípulos que, en medio de la oscuridad de sus temores, escucharon de los labios del Señor, cuando les dijo:" ¡La paz sea con ustedes!". Tú eres, amado Padre, un Dios de paz y en ti descanso. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy
La paz perfecta no es algo, sino Alguien: ¡JESÚS! En Su paz tendremos paz.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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miércoles, 26 de marzo de 2014

Aquí está Dios: ¡Fuera tristeza!


Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:17-24
Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros. Salmo 119:24 (RV60)
Un niño de corta edad viene a pasar sus vacaciones escolares con su abuelo materno y está tratando de que este le permita salir a dar un paseo, pero no lo logra. El abuelo cristiano evangélico arcaico, vetusto, cara larga, triste, un creyente de los que piensa que su fe es la religión de la tristeza, y por eso se priva de todo gozo y diversión legítimos, y por eso, no le permite al niño salir. “En la calle -dice al nieto- sólo hallarás maldad, los niños son pecaminosos; los mayores están corrompidos; el ambiente es impuro y dañino; salir a la calle supone un gran peligro para nosotros los cristianos evangélicos”.
Pero el nieto insiste y por fin el abuelo cede. Fuera de la casa el niño contempla un panorama totalmente distinto al descrito por el viejo: Los niños juegan felices; en el cielo azul cuelgan nubes limpias, mientras las golondrinas lo circundan; el aroma del mar cercano lo llena todo; la tarde ríe alegremente bajo el sol. En dirección opuesta camina lentamente un burro. Lleva las orejas caídas, y aunque no lleva peso alguno, camina lentamente; tiene ojos abiertos, pero apagados. Una sombra de tristeza los invade por completo. El niño, avergonzado, dice para sus adentros: “Este burro debe tener la misma religión de mi abuelo”.
Por el contrario, la Biblia dice que Dios no quiere que el ser humano viva una vida negativa y miserable. ¡Dios nos hizo para Él, para que seamos felices para siempre! Entonces, cuando el mundo vagaba en oscuridad y en la maldad, la opresión y los temores invadían el corazón, aun de los más fieles, en eso, ¡vino JESÚS!: “De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados, pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!” (Lucas 2:9-11). Con esta acción, el relato bíblico nos dice: Aquí está Dios: ¡Fuera tristeza!
Ciertamente, llegar a ser miembros de la familia de Dios por medio de nuestra conversión -que JESÚS la compara con un nuevo nacimiento (Juan 3:3)-, es el asunto más serio trascendente que puede darse en curso de nuestra vida aquí en la tierra. Entre otras razones, lo es porque nacer de nuevo decide el destino eterno del ser humano. Le abre las puertas del más allá, y con ello la esperanza más gloriosa que el ser humano pueda imaginar: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”  (Juan 11:25; RV60).
Es un error creer que Dios cierra las puertas a toda diversión sana del más acá y reduce al cristiano a un ser tristón, aislado del mundo, de cara larga, consternado y sombrío, que solamente espera morirse para ser feliz. ¡No! La verdadera conversión produce un gozo indescriptible en el que lo experimenta, y que los que no han nacido de nuevo, ignoran. La tristeza no pertenece a los síntomas de una verdadera espiritualidad; en un sentido estrictamente bíblico: “tus testimonios son mis delicias y mis consejeros”, el gozo del Señor ha de superar las alegrías naturales, terrenales, temporales, que sin ser necesariamente pecaminosas, proceden de otras fuentes.
Las delicias de nuestra experiencia con Dios han de superar y de influenciar todo otro motivo de alegría en este mundo, porque tener el gozo de haber llegado a la familia de Dios (Efesios 1:5) también supone la capacidad que Dios nos de comunicación: “Pues no me avergüenzo de la Buena Noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los gentiles” (Romanos 1:16; NTV). Por eso, podemos decir: Aquí está Dios: ¡Fuera tristeza!
Oración:
Amado Señor:
Bendito y alabado seas Padre, enviaste a tu Hijo, y Él vino a traer el gozo verdadero a este mundo. Teniéndolo a Él, lo tengo todo y poseo la verdadera razón para vivir. Ayúdame a proclamar la Buena Noticia de tu salvación y gozo para esta vida y la venidera. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Cuando la tristeza enfermiza toque a la puerta, dile: Aquí está Dios: ¡Fuera tristeza!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


martes, 25 de marzo de 2014

¡Buenos días belleza!


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Lectura devocional: Salmo 118:15-29

Este es el día que el SEÑOR ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él. Salmo 118:24 (LBLA)

¡Este es el día que hizo nuestro Dios! Es nuestro. Nadie nos lo podrá quitar. Solamente nosotros tenemos la clave para hacerlo grande o pequeño.

Hoy nos empinaremos sobre nuestras imposibilidades, y con la ayuda de nuestro Dios seremos lo que Él planeó para nosotros antes de que el mundo fuese. Somos parte del plan eterno de Dios para el universo, y por eso, no somos poca cosa.

Hoy diré a los pensamientos de derrota: ¡Se equivocaron conmigo!, porque al ser un hijo de Dios tengo todo lo que la vida me puede dar.

Hoy los pensamientos de culpabilidad por los momentos perdidos, y otras cosas que mi fragilidad humana permitió serán crucificados y exhibidos por JESÚS en la cruz como hace dos mil años. Respiraré profundo, confesaré mis pecados, y me asiré de su perdón, amor y gracia.

Hoy no me sentiré solo porque la presencia de JESÚS va conmigo, como Él lo prometió. Este cuerpo por débil que me parezca es una catedral donde mora todo el poder de Dios; el mismo poder que levantó a JESÚS de la tumba.

Hoy la paz de Dios que sobrepasa todo pensamiento, gobernará mi mente, mi voluntad y mis emociones, nada me perturbará. Nada ni nadie me distraerá de mis responsabilidades y privilegios, haré lo mejor que pueda para la honra y gloria de mi Señor y Salvador JESÚS.

Hoy aprenderé a contentarme cualquiera sean mis circunstancias. Aprenderé a ser feliz, porque la felicidad es gozarse por lo que se tiene. Tengo en mí lo único que debo poseer como ser humano: la vida que viene del cielo y que me acompañará para siempre. JESÚS es la vida eterna, teniéndolo a Él lo tengo todo.

Hoy mis pensamientos, mis actitudes y mis acciones estarán basados en la honestidad, la justicia, la pureza y todo lo que sea de buen nombre; desecharé  todo lo demás por inútil.

Hoy ratifico mis dos resoluciones para esta vida humana: Primera: Viviré para la gloria de Dios. Segunda: Aunque otros no lo hagan, yo lo haré.

Hoy viviré dándolo gracias a Dios por todo. No dejaré que mi corazón se llene de críticas sin presentar soluciones. No dejaré que un recuerdo me haga su prisionero.

Hoy seré como el sándalo que perfuma el hacha que lo hiere. Buscaré el perdón de quienes he ofendido. Borraré con el perdón las ofensas de quienes me han ofendido. Los verdugos de la enemistad no podrán hacerme daño.

Hoy seré libre, cabalgaré con todo lo que soy y tengo sobre el caballo blanco de la victoria. Pondré alas a mi esperanza y volaré. Seré más de Él, y menos de mí mismo.

Hoy le diré al Señor, gracias por hacerme libre para ser tu siervo. Ser discípulo de JESÚS es humillarse bajo su poderosa mano.

Hoy le diré a la vida: ¡Buenos días belleza!

Oración:
Padre eterno:
DIOS TODOPODEROSO:
Hoy entro a tu presencia por la puerta de mi gratitud. Gracias, oh Dios, por esta vida eterna a través de JESÚS. Gracias por los dones y habilidades los cuales te rindo en obediencia. Gracias porque has puesto en mi ser el no depender del éxito o  de las circunstancias para ser feliz. Contigo lo tengo todo, y por eso no me canso de  alabarte y bendecir tu nombre. Te doy gracias por lo que me das, y si nada me das, también te doy gracias. Gracias por la perla de gran precio de la salvación, por enviar a tu Hijo amado para comprármela y regalármela por su muerte y resurrección. Él no murió en vano, porque no tendré en poco una salvación tan grande. ¡Bendito y alabado seas! En el nombre de JESÚS, amén.

Perla de hoy:
Hoy le diré a la vida: ¡Buenos días belleza!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 24 de marzo de 2014

Un Gigante a mi lado


Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Jeremías 20:10-14
Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada. Jeremías 20:11 (RV60)

El SEÑOR es un gigante a mi lado porque es inmutable, es decir, no cambia: “Yo soy el SEÑOR y no cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, aún no han sido destruidos” (Malaquías 3:6; NTV). Contemplo las montañas que hace unos meses estaban blancas por la nieve del invierno, ahora se deshacen y se convierten en ríos; el océano, con sus poderosas corrientes, no resiste el llamado del sol y se convierte en nubes; los árboles, que hasta hace poco parecían esqueletos sin vida, ahora, en primavera, sus ramas están verdes y su polen anuncia a los cuatro costados, su resurrección y su poder reproductor; los nidos, que hasta hace poco construían las aves se convierten en el hogar de sus polluelos, los cuales pronto volarán, reiniciando el ciclo vital.

Todos los seres vivos cambian, da lo mismo si es un árbol, un animal o un ser humano. Ahora bien, observo y veo en mí cambios revolucionarios, y me parece que hace poco yo era un niño llevado de la mano por mi padre. Es seguro que, físicamente hablando, no soy el mismo. Sé que tarde o temprano dejaré estas vestiduras que perecen y seré vestido de eternidad, ese es mi verdadero propósito. Sin embargo, mi poderoso gigante es perpetuo, sin cambios, ni variación: “Señor, en el principio echaste los cimientos de la tierra y con tus manos formaste los cielos. Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre. Ellos se desgastarán como ropa vieja” (Hebreos 1:10,11; NTV).

El SEÑOR es un gigante a mi lado y me defiende: “Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre” (Salmo 5:11; RV60). Uno de los maravillosos gozos de ser un cristiano nacido de nuevo, es saber que nuestro Padre, que está en el cielo, siempre vela por nosotros: “Pero el SEÑOR vela por los que le temen, por aquellos que confían en su amor inagotable” (Salmo 33:18; NTV). Aun, en medio de la enfermedad y de la soledad, podré enfrentar con valor cualquier prueba porque le creeré a la Palabra de Dios y no a mis sentimientos: “Que el SEÑOR, Dios de Israel, bajo cuyas alas viniste a refugiarte, te recompense abundantemente por lo que hiciste” (Rut 2:12; NTV).

El SEÑOR es un gigante a mi lado y nada ni nadie podrá separarme de Él: “Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38,39; NTV).

Jeremías fue un profeta, un ser humano con virtudes y debilidades; ha sido llamado el profeta llorón, no sólo porque escribió sus Lamentaciones, sino, porque a lo largo de sus cuarenta años fue un atribulado espectador de los desvíos de su pueblo; fue un profeta sufriente, y en obediencia a Dios antes que los hombres, fue perseguido por su pueblo más que cualquier otro de los profetas de sus días, pero se mantuvo firme y confiado, porque conocía muy bien quién era su aliado, y en su angustia, sabía que no estaba solo. Así también nosotros, en nuestros momentos de sufrimiento, de los diferentes problemas que están haciendo fila para que les hagamos caso, debemos aprender esta verdad: Cuando una crisis me golpea, no debo enfrentarla solo, porque, ¡no estoy solo! Tal y como aquellos hombres y mujeres de Dios de la antigüedad, yo también tengo: Un Gigante a mi lado.

Oración:
Amado Padre Celestial:
Te alabo Señor porque tu omnisciencia, misericordia y presencia son constantes a mi lado. Gracias porque me amas y tu amor no cambia nunca; enviaste a tu Hijo a morir por mí. Sigue mi amado Señor como poderoso Gigante a mi lado, en medio de cualquier circunstancia. Escucha ahora mi ruego Señor, y dame tu bendición. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Nuestra mayor esperanza aquí abajo es recibir ayuda de nuestro Gigante Dios, desde lo alto.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 21 de marzo de 2014

¡SEÑOR, dame mi montaña!


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Lectura devocional: Josué 14:6-15
Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido. Josué 14:12 (NVI)

El adolescente de 14 años está limpiando el estudio fotográfico; es su primer trabajo en la calle e intenta hacerlo lo mejor que puede, pues, sus padres de crianza dependen de su pequeño sueldo para enfrentar los gastos de la casa. El dueño del negocio, es un andino viejo, tal vez, en los sesenta años... Este hombre poseía una enorme biblioteca, y por su forma de hablar, había leído muchos de aquellos libros. A mediados de una tarde -como siempre lo hacía-, empieza a contar una historia, y, mientras el jovencito cumplía su tarea, le prestaba atención.

El hombre inicia el relato de la manera siguiente: “Hace mucho tiempo hubo una reunión de todos los animales y entre ellos, el águila, el cual desde su casa ubicada en la cumbre de una montaña se había incorporado a la reunión en un envidiable vuelo y aterrizaje perfectos. El rey león preside la reunión, y en una parte de la agenda se había contemplado un tiempo para hacer los desafíos a todo el reino animal. El águila pidió la palabra y dijo: “Los desafío a todos ustedes a que suban a mi casa en la cumbre de aquella montaña delante de nosotros.” Hubo un silencio en todo el valle… Era evidente que ningún animal, ni siquiera las aves, aceptaban el reto, ¡de repente!, una débil vocecita surgió, y con sus ojos penetrantes y la agudeza de su oído el águila buscó y su mirada se posó sobre un pequeño y joven caracol, que le dijo: “¡Hermano águila, yo subiré!” Todos rieron porque era evidente que aquel había sido el mejor chiste de toda la reunión. Pasaron los años, y en una fría mañana en la cumbre de la montaña, el águila, majestuosamente se quitaba el sueño agitando sus gigantes alas. Entonces, escucha una vocecita que le dice: “¡Hermano águila, hermano águila. Aquí estoy!” Era el viejo caracol…”.

Con el pasar de los años he visto que la vida funciona de manera muy parecida al relato del águila y el caracol. Uno tiene que dejar atrás por inútil, las quejas, la envidia por no haber nacido en cuna de oro y tener las posibilidades naturales de otros; igualmente, las desiluciones y fracasos, y volar hasta posarse en la cumbre, pues, allí hay lugar para todos.

Ya saben ustedes que uno de mis personajes favoritos es Caleb, el hijo de Jefone, príncipe de la tribu de Judá, y uno de los doce exploradores o espías que envió Moisés a reconocer la tierra de Canaán. El reporte final de estos hombres fue negativo, diez de ellos dijeron “—No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros!”, pero allí estaba un joven caracol, Caleb, pensador de que nada hay imposible para Dios: “—¡Vamos enseguida a tomar la tierra! —dijo—. ¡De seguro podemos conquistarla!”; y así fue porque aquel joven Caleb, que mostraba su linaje de pensador de imposibilidades y un optimismo que le brotaba por todos los poros, dijo: “¡SEÑOR, dame esa montaña!”,
Caleb se enfrentó por cuarenta y cinco años a todos los peligros y batallas que su pueblo peleó, pero la promesa que Dios le había hecho por medio de Moisés la llevaba consigo: “La tierra de Canaán, por donde recién caminaste, será tu porción de tierra y la de tus descendientes para siempre, porque seguiste al Señor mi Dios con todo tu corazón”. Pasan los años, y es un anciano de ochenta y cinco años, viene delante de aquel libertador Josué, que como él, había sido fiel a Dios en todas las circunstancias -¡les confieso que no puedo leer esto sin que mi pulso se me acelere!, y doy gracias al SEÑOR por esta historia, ¡y por ello soy miembro del “Club Caleb” para pensadores de imposibilidades!: “Ahora, como puedes ver, en todos estos cuarenta y cinco años desde que Moisés hizo esa promesa, el Señor me ha mantenido con vida y buena salud tal como lo prometió, incluso mientras Israel andaba vagando por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años. Estoy tan fuerte hoy como cuando Moisés me envió a esa travesía y aún puedo andar y pelear tan bien como lo hacía entonces. Así que dame la zona montañosa que el Señor me prometió. Tú recordarás que, mientras explorábamos, encontramos allí a los descendientes de Anac, que vivían en grandes ciudades amuralladas. Pero si el Señor está conmigo, yo los expulsaré de la tierra, tal como el Señor dijo». Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefone, y le dio Hebrón como su asignación de tierra. Hebrón todavía pertenece a los descendientes de Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, porque él siguió al Señor, Dios de Israel, con todo su corazón” (Josué 14:10-14 NTV.)

Como el caracol de la ilustración o como la historia del valiente Caleb, nuestra llegada a la cumbre es una promesa divina, pero el esfuerzo de la subida, es nuestro. Sin embargo, los cristianos no estamos solos en la dura realidad de la vida. Esta es la promesa del Señor también para nosotros: “Nunca te fallaré. Jamás te abandonaré”. (Hebreos 13:5 NTV) Por lo tanto, también podemos exclamar, llenos de fe: ¡SEÑOR, dame mi montaña!

Oración:
Amado Padre Celestial:
¡SEÑOR, dame mi montaña! Sé que no será fácil escalarla y enfrentarme a todos los peligros al subir. Ayúdame a vencer mis propios gigantes que yo mismo he tolerado por tanto tiempo. Hoy reafirmo el propósito de mi vida y la razón por la cual estoy aquí: Subir la cumbre y quedarme allí para siempre contigo. Ayúdame a contagiar a otros, con un carácter impulsado por el fruto del Espíritu, y la esperanza de que tú me esperas para decirme: “Bien hecho, mi buen siervo fiel. (…) ¡Ven a celebrar conmigo!”. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Toda subida hacia la cumbre en la obra de Dios, comienza con una determinación optimista: ¡Señor: Dame mi montaña!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




jueves, 20 de marzo de 2014

¡Arriésgate a ser como JESÚS!


Francisco Aular
Lectura devocional: Efesios 4:1-16
Al contrario, el amor debe hacernos decir siempre la verdad, para que en todo lo que hagamos nos parezcamos cada vez más a Cristo, quien gobierna sobre la iglesia. Efesios 4:15 (TLA)
Cuando vemos que el hijo se asemeja tanto en personalidad como en carácter al padre, decimos: “De tal palo, tal astilla”; en realidad, en la fe cristiana, el Padre quiere que nosotros seamos en todo como su Hijo JESÚS: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:4,5 RV60). Solamente Dios tiene una respuesta para la salvación del ser humano, adoptarnos como sus hijos y, ¡hacernos como su Hijo JESÚS! Pero esto no ocurre automáticamente en el ser humano, y por eso, necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados, alcanzar el perdón de Dios, y nacer de nuevo (Juan 3:3), y como bebés espirituales crecer, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13 RV60). En efecto, como decía mi pastor Eusebio Pérez Domínguez: “Lo que no nace no crece”. ¡Parecernos a Cristo no es una opción, si nacimos de nuevo es necesario que esa transformación se vea en nosotros! “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).

Pues bien, ser como JESÚS es un riesgo, Él mismo lo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23 RV60). El Señor JESÚS nos exige un amor supremo y una lealtad a toda prueba, “tome su cruz cada día” suena muy suave hoy porque la cruz,  para muchos de sus seguidores, ha venido a ser parte del vestuario, un adorno y nada más, o simplemente, un símbolo al cual algunos adoran. Pero en los días de JESÚS, la cruz era símbolo de vergüenza y muerte, así que ¡ese cristianismo ligero, como una dieta alimenticia que hoy en día se vive, no aparece en el Nuevo Testamento! JESÚS fue muy claro con sus discípulos, una y otra vez, él les dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33 RV60). El cristiano solamente encuentra paz a medida que crece, y en ese tránsito es probada su verdadera afiliación espiritual a través del sufrimiento, por la verdad, por las aflicciones, los problemas, las tentaciones, sus luchas, sus lágrimas, y aun, el martirio, pero sigue firme confiando en las promesas del Señor JESÚS, no mirándose a sí mismo; se parece a JESÚS en todo: ama como Él nos amó; perdona como él perdonó; y esa similitud, nos libra de llevar un cuaderno con las fallas de los demás y con lo que le han hecho para justificarse a sí mismo; no apela a la autoconmiseración que lo hunde en depresión, sino que pone toda su confianza en el Señor y Salvador JESÚS durante toda su vida en esta tierra; el verdadero discípulo de JESÚS sabe que su crecimiento hacia la madurez en Cristo no es una emoción pasajera, sino una decisión hecha con todas las fuerzas del espíritu, del alma y del cuerpo.

Permítame decirle que cuando leo la vida del apóstol Pablo -quizás el héroe más importante del Cristianismo-, después de la de JESÚS, me impacta; antes de nacer de nuevo, lo vemos perseguir hasta la muerte a la Iglesia y consentir en la muerte de los primeros mártires de la fe cristiana; luego, su conversión en el camino a Damasco; vemos su humillación, el hombre religioso judío, doctor y observador de la ley, el orgulloso Saulo de Tarso, tiene que aprender el discipulado inicial de manos de un hermano desconocido llamado Ananías; después depende para su desarrollo del hombre de Dios, Bernabé; de repente, se destaca en medio de todos los apóstoles; hoy conocemos el verdadero Plan de Dios para el ser humano, y gracias a que el Espíritu Santo usó a Pablo para decírnoslo de manera que todos lo podamos entender; Pablo sufre en todo su trayecto hasta la madurez en Cristo de muchas maneras, sin embargo, él no se amilana, no culpa a otros, no se deprime; ni la más oscuras cárceles de Imperio Romano lo silencian. Uno no puede ver lo que Dios hace con ese ser humano tan especial llamado Pablo de Tarso y seguir viviendo en la mediocridad espiritual. ¿Cuál fue la marca distintiva de aquellos hombres y mujeres del primer siglo de la Cristiandad y nosotros? Ellos, consideraron la fe cristiana no como una religión llena de ritos vacíos, en los que uno practica a ver qué pueden hacer esas prácticas por nosotros, sino que sencillamente, aquellos primeros discípulos de JESÚS, corrieron el riego de parecerse a JESÚS, de tal manera que pudieron decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20 RV60). En otras palabras: ¡Arriésgate a ser como JESÚS!

Oración:
Amado Padre celestial:
Tú no quieres que yo sea un pequeño dios, sino que a través del sufrimiento de JESÚS, yo me parezca a Él; que a través de su resurrección, yo aprenda a confiar, que día tras día, el mismo poder que levantó a JESÚS de los muertos, está a mi disposición para vivir la vida cristiana en toda su plenitud. Gracias Señor por darme vida en JESÚS y hacerme tu hijo; ayúdame a ser como tu amado Hijo. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Arriesgarnos a ser como JESÚS en todo lo que somos y hacemos, habla de quienes somos y a dónde vamos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?