miércoles, 31 de octubre de 2012

“Sola fide”


Francisco Aular
 
Nosotros no creemos que podamos hacer nada para salvarnos. Si la salvación dependiera de la circuncisión, yo podría sentirme más orgulloso que cualquiera: me circuncidaron a los ocho días de nacido, pertenezco a la nación de Israel, y soy de la tribu de Benjamín; ¡soy más hebreo que muchos hebreos! En cuanto a cumplir la ley, pertenecí al grupo de los fariseos. Filipenses 3:4,5.

“Sola fide” significa solamente por la fe; por la fe en la Palabra de Dios. Ante un sistema religioso cerrado que no deja espacio, y viendo la historia del cristianismo, nos preguntamos: ¿Qué lleva a un ser humano que ha sido levantado por su familia en un sistema religioso prolijo, complejo y compacto a abandonar todo ese bagaje familiar-religioso y aventurarse en una nueva fe? ¿Qué fuerza poderosa es capaz de hacer que un solo hombre se levante contra un imperio religioso y lo haga tambalear por sus cuatro costados? ¿Qué movió a ese individuo a levantar un movimiento capaz de una revolución espiritual que cambió la historia?
En efecto, las vidas de Pablo y Martín Lutero nos van a enseñar una gran verdad. La religión, por muy perfecto que sea su engranaje, no es suficiente para tener la seguridad de agradar a Dios y aceptar su Salvación. Tanto Pablo como Lutero eran hombres profundamente religiosos desde la cuna. Pablo nació en medio de la religión que Dios entregó a Moisés en el Sinaí. Martín Lutero fue producto del catolicismo romano de la Edad Media. El Primero tuvo su encuentro personal con Dios, camino a Damasco; el segundo, tuvo su encuentro con Dios al estudiar la Escritura y descubrir la salvación como regalo de Dios a través de la fe en Jesucristo. Pablo fue perseguido por los judíos, sus correligionarios; Lutero fue perseguido por los católicos romanos, sus correligionarios. 
De hecho, tanto a Pablo como a Martín Lutero los siglos los han revindicado. Pablo es reconocido como el teólogo y misionero más grande de la historia del cristianismo. Martín Lutero es considerado como el líder principal de un movimiento cristiano llamado el protestantismo. Martín Lutero no quería dejar la Iglesia Católica Romana. Encabezó un esfuerzo para que La Iglesia Católica Romana regresara a sus raíces bíblicas, pero hasta hoy no ha sido logrado. No obstante abrió las puertas al avivamiento de otras congregaciones que ya existían, como los valdenses y anabautistas que conquistaron a Europa en aquellos años del siglo XVI. Nuevos y talentosos hombres de Dios surgieron: Juan Calvino, Ulrico Zwinglio, Phillip Melanchthon; Tomás Mützer, Juan Knox y centenares más. No fueron hombres perfectos, tuvieron sus errores; eran seres humanos, pero estuvieron por encima del descrédito en que el clero romano había caído en aquellos días.
“Sola fide” fue la conclusión a la que llegó aquel teólogo alemán, al estudiar detenidamente la Palabra de Dios, y, al descubrir la verdad de la justificación por la fe, expuesta por el apóstol Pablo, y que, al descubrirla, la hizo suya. De esta manera, el 31 de octubre del año 1517, el monje agustino Martín Lutero caminó resuelto hacia el templo del Castillo de Wittemberg, Alemania. Con determinación y sin que le temblaran sus manos, el sacerdote de 34 años levantó el martillo y clavó uno de los escritos más estridentes de la historia religiosa. En esa época, las puertas de los templos servían a las comunidades como medios de comunicación. No hizo falta ni un mes para que los gritos del documento se oyeran en toda Europa y muy especialmente dentro del Vaticano. El documento que no pretendía otra cosa que ser la voz solitaria en la inmensa noche de la Edad Media, no era otro que las llamadas Noventa y Cinco Tesis. Si Roma hubiera oído aquella voz, hoy contáramos esta historia de otra manera.
Martín Lutero, al igual que otros héroes de la fe, nos dejó un gran legado que los evangélicos modernos no debemos echar al olvido. El mismísimo Papa Juan Pablo II pidió perdón ante las injusticias que se hicieron con aquel monje que leyendo la Escritura, descubrió lo que Pablo había escrito 1500 años antes, que nuestra justificación delante de Dios es solamente por fe; Martín Lutero lo subrayó en su Biblia cuando escribió: “Sola fide”, Solamente por fe. No convirtamos el glorioso evangelio que costó sudor, lágrimas, sangre y muerte a muchos amados para que llegara a nosotros, en una fórmula mágica para triunfar en este mundo material y por lo tanto, temporal. No me canso de decirlo, Jesucristo no dejó su Gloria para que yo viva un evangelio de pura oferta y facilismo. Martín Lutero pagó un precio en sus días: Se alejó de Roma, que representaba para él todo en esta vida, pero se acercó a Dios, y aceptó la salvación como un regalo, mantuvo la fe y triunfó. Tú y yo, al salir de este mundo, tenemos que dejarle a la futura generación lo único que también nos podremos llevar al salir de él, la herencia incorruptible de la salvación por fe.
Pues bien, sin la existencia de la Palabra de Dios nunca hubiéramos tenido un 31 de octubre de 1517, ni a Martín Lutero y sus famosas 95 tesis, que en un día como hoy hace 495 años, iniciaron la Reforma Protestante. Para Martín Lutero, para los otros grandes reformadores, y para nosotros hoy, la Biblia es nuestra máxima autoridad de fe y práctica. En la Palabra de Dios encontramos la respuesta divina a nuestras angustias espirituales en medio de un mundo injusto. La Palabra de Dios ilumina hasta el último resquicio de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. ¡Por esta Palabra vivo; por esta Palabra muero! ¡Feliz día de la Reforma Protestante para todos a los que nos ha llegado la iluminación, poder y gracia de la Palabra de Dios!

Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias por dejarnos tu bendita Palabra, y darnos el don de la fe para hacerla vivir en nosotros por el poder del Espíritu Santo! ¡Levantáte SEÑOR e ilumina con tu Palabra nuestro andar diario, y ayúdame con tu poder y gracia llevarla a los demás! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Martín Lutero, al igual que otros héroes de la fe, nos dejó un gran legado que los evangélicos modernos no debemos echar al olvido.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

 

martes, 30 de octubre de 2012

Entre la ley y la gracia


Francisco Aular
 
Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. Romanos 5:20,21 (RV60)

Terminé mi mensaje acerca de la salvación por gracia y no por obras; hice la invitación para que algunos tuvieran la liberta de expresar públicamente su manifestación de fe. Una señora de unos cincuenta años se abrió paso entre los que estaban allí, venía con sus ojos clavados en mí, y me dijo: “¡Usted no se ha dado cuenta de lo que ha hecho esta noche!, según mi doctrina, además de la fe, los seres humanos tenemos que poner de nuestra parte porque, si no, la gracia sería una licencia para pecar contra Dios, y añadió resuelta, ¡usted no puede seguir predicando esa doctrina!”. Con mucho respeto pero con la autoridad de la Palabra le dije, “señora, la que tiene que revisar su doctrina es usted”. La llevé aparte y le leí un fragmento de mi mensaje que no había compartido ante el púlpito por falta de tiempo; era un texto que alguien había compilado hace muchos años haciendo una comparación entre la ley y la gracia. Se lo leí. Lágrimas de gratitud y gozo brotaron del corazón de aquella mujer, ¡ella había descubierto que la salvación, desde el comienzo hasta el final es por la bendita gracia de Dios! Nunca olvidaré sus palabras finales: “Pastor, siga predicando de la gracia de Dios hacia nosotros los pecadores”.
Pues bien, ahora veamos el hermoso contraste entre la ley y la gracia:
-La ley fue dada por Moisés vs. La gracia y la verdad vinieron por Jesucristo (Juan 1:17).
-La ley dice: “Haz esto y vivirás” vs. La gracia dice: “Vive y luego harás”.
-La ley dice: “Págame lo que me debes” vs. La gracia dice: “Francamente te perdono todo”.
-La ley dice: “La paga del pecado es muerte” vs. La gracia dice: “La dádiva de Dios es vida eterna”.
-La ley dice: “El alma que pecare esa morirá” vs. La gracia dice: Todo el que cree en JESÚS, “aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25,26).
-La ley pronuncia condenación y muerte vs. La gracia proclama Justificación y Vida.
-La ley dice: “Hazte un nuevo corazón y un nuevo espíritu” vs. La gracia dice: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11:19).
-La ley dice: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10) vs. La gracia dice: “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos.  Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Romanos 4:7,8).
-La ley dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27) vs. La gracia dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).
-La ley habla de lo que el hombre debe hacer para Dios vs. La gracia habla de lo que CRISTO ha hecho a favor del hombre.
-La ley se dirige al hombre como parte de la antigua creación vs. La gracia hace al hombre un miembro de la nueva creación.
-La ley pesa sobre una naturaleza inclinada a la desobediencia vs. La gracia crea una nueva naturaleza inclinada a la obediencia.
-La ley exige obediencia por temor al Señor vs. La gracia ruega a los hombres por las misericordias de Dios.
-La ley demanda santidad vs. La gracia concede santidad.
-La ley dice: “¡Condénenlo!” vs. La gracia dice: “¡Abrácenlo!”
-La ley habla de sacrificios sacerdotales ofrecidos continuamente año tras año, y estos nunca podían hacer perfectos a quienes los ofrecían vs. La gracia dice: “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:12-14).
-La ley declara que no hay escapatoria posible para el pecador: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados” (Romanos 2:12) vs. La gracia trae paz y seguridad eterna, al arrepentirnos de nuestro pecados y aceptar el regalo de la gracia de Dios: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Ahora bien, como dijo el Apóstol: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”  (Romanos 6:1,2).
La libertad que nos brinda la gracia no es libertinaje: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 2:13,14). Aunque algunos puedan abusar de la gracia de Dios, de todas maneras, tenemos que vivirla y proclamarla. Gracia es aceptación y amor inmerecidos que se reciben de otro, en especial, esa es la actitud característica de Dios al proporcionar salvación a los pecadores.
El evangelio de la gracia seguirá trayendo su bendición en dondequiera se predique; por eso a Pablo se le llama el Apóstol de la gracia: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21).

Oración:
Amado Padre Celestial:
Esta doctrina de la gracia hace que me arrodille delante de ti porque no hay nada bueno en mí, sino la gratitud por tu amor y misericordia al sacarme de la miseria y hacerme sentar junto con tus príncipes en gloria. Ayúdame a ser un promotor incansable  de tu gracia. En el nombre de JESÚS, amén. 
Perla de hoy:
Desde antes de la fundación del mundo se abrió una fuente inagotable de gracia a favor del ser humano pecador; acércate a esa fuente y bebe gratuitamente.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

 

lunes, 29 de octubre de 2012

Victoria en las tormentas


Francisco Aular

Lectura devocional: Lucas 8:23-27
Los justos claman, y el Señor los oye; los libra de todas sus angustias. Salmo 34:17 (NVI) Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y a las tempestuosas olas. De repente la tormenta se detuvo, y todo quedó en calma.” Lucas 8:24 (NTV)
Siendo que nací en una montaña venezolana, rodeada de vegetación, animales domésticos y salvajes, quebradas y ríos, aprendí desde muy niño a apreciar la hermosura de la creación. Cuando mi familia y yo llegamos a Canadá, vivimos en una casa que es inolvidable para nosotros. Fue nuestro hogar por siete años, y allí nuestros cuatro hijos pasaron de la adolescencia a la juventud, para salir a fundar sus propios hogares. La ventana de mi cuarto daba hacia una pequeña colina rodeada de árboles, allí, las aves, al comenzar la primavera, retornaban. En aquel primer año, Mary y yo decidimos no perdernos ninguna sensación al ver los cambios en las estaciones. Pusimos un lugar lleno de comida para las aves de todas las clases y colores; los pájaros venían a visitarnos todo los días, durante todo el día, pero una pareja de gorriones decidió montar su nido en un uno de aquellos árboles. Vimos todo el proceso de construcción del nido, desde el cortejo de la parejita, la postura de tres huevitos, los esfuerzos de ella para empollarlos, y hasta cuando los pichonzuelos se hicieron grandes y se fueron. He observado que esta estación del año se caracteriza por un verdadero forcejeo entre la primavera y el invierno. Esa lucha se mantiene en abril y mayo, las tormentas con fuertes lluvias, oscuridad parcial, fuertes vientos y truenos son comunes.
En uno de aquellas tardes en que los gorriones empollaban sus huevos cayó una fuerte tormenta. Desde mi ventana miré hacia el nido sólidamente construido en aquel árbol que se mecía de un lado a otro. ¿Se caerá el nido?, me preguntaba, ¿aguantará esta tormenta? Los relámpagos iluminaban el cielo oscuro y los truenos, con su ruido ensordecedor lo llenaba todo. No podía ver los ojitos de la pajarita pero me los imaginaba asustados. Presentía que su pequeño corazón estaba agitado. Sin embargo, allí permanecía ella aferrada al nido, sobre sus tres huevecitos, tan frágiles como ella, dándoles el calor indispensable mientras la lluvia la golpeaba sin clemencia y el viento movía el árbol. Cayó la noche, y no la pude ver más. La tormenta siguió hasta la madrugada. Amaneció con todo en calma; el sol hacía su entrada majestuosa en el horizonte.  Mi primer gesto fue mirar hacia el nido: El diminuto  cuerpo de la gorrioncita estaba allí, triunfante. Otra vez el instinto de conservación, dirigido por Dios mismo, había vencido.
A veces, como el rey David en este salmo, nosotros también nos sentimos solos, desvalidos, sin fuerzas ante las tormentas de la vida. Cuando estamos enfermos, o tal vez, vemos que las circunstancias son adversas, quizás cuando vemos el triunfo temporal del mal sobre el bien. En esas horas angustiosas, nos parece que Dios se olvidó de nosotros. Entonces, nuestro clamor se eleva pidiendo ayuda de alguien que venga en nuestro auxilio. David nos dice que en aquel tiempo de angustias él hizo algo: “Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4 NVI), en esta hora, suenan las palabras del Señor cuando dijo: “Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? (Mateo 6:25,26 NVI). Clamemos a nuestro Dios y habrá victoria sobre las tormentas. Creo que el siempre recordado himnólogo y traductor mexicano Vicente Mendoza, pensaba en el tema que nos ocupa y brillantemente lo convirtió en poema; todavía recuerdo que era uno de nuestro himnos favoritos cuando llegué a la iglesia. Pertenece al Nuevo Himnario Popular de la Casa Bautista de Publicaciones y es el número 380. ¡Aquí va!
Maestro se encrespan las aguas
                      I
Maestro, se encrespan las aguas
Y ruge la tempestad.
Los grandes abismos del cielo,
Se llenan de oscuridad.
“¿No ves que aquí perecemos?
¿Puedes dormir así?
Cuando el mar agitado, nos abre
Profundo sepulcro aquí.”

CORO:
Los vientos, las ondas oirán tu voz,
“¡Sea la paz, sea la paz!”
Calma las iras del negro mar;
Las luchas del alma las hace cesar,
Y así la barquilla do va el Señor,
Hundirse no puede en el mar traidor.
Doquier se cumple tu voluntad,
“¡Sea la paz, sea la paz!”
Tu voz resuena en la inmensidad,
“¡Sea la paz!”

                   II
Maestro, mi ser angustiado,
Te busca con ansiedad,
De mi alma, en los austros profundos,
Se libra cruel tempestad.
Pasa el pecado a torrentes,
Sobre mi frágil ser,
Y perezco, perezco Maestro:
¡Oh, quiéreme socorrer!

                  III
Maestro, cesó la tormenta,
Los vientos no rugen ya.
Y sobre el cristal de las aguas,
El sol resplandecerá.
¡Maestro, prolonga esta calma,
No me abandones más;
Cruzaré los abismos contigo,
Al puerto de eterna paz!

Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Te bendigo SEÑOR en todo tiempo, y mi alabanza por lo que eres estará continuamente en mis labios. ¡Hoy andaré fresquito y contento con CRISTO por dentro todo el tiempo! En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando las tormentas vengan sobre ti, no olvides que Dios está más arriba.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

viernes, 26 de octubre de 2012

¡Incómodos!


Francisco Aular                                            
 
Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran. Mateo 7:13,14 (NVI)

A finales de los años 70 una dictadura militar dirigía los destinos de la república Argentina; se perseguía con saña a los enemigos del régimen; se les hacía falsos juicios y se los encarcelaba. La persecución, las torturas y la muerte estaban  a la orden de día. No había ley sino la que la dictadura imponía. El régimen tenía sus espías por todas partes y era fácil que a cualquier ciudadano se le acusara, nada más que por ser incómodo al gobierno. En ese tiempo, un amigo mío, pastor, conferencista de fama internacional, con más de sesenta años encima, y más de treinta de ministerio exitoso, fue invitado para dar unas conferencias evangelizadoras fuera de su país. Llegó al aeropuerto con su pasaporte  en mano, y cuando ya se subía al avión, lo detuvieron. Los militares no aceptaron explicaciones, tenían orden de captura contra el pastor desde el más alto nivel. Era medianoche cuando lo llevaron delante del militar de mayor rango. En su interior -nos dijo él-, oraba: "Señor tú sabes que yo no he hecho nada en contra de este gobierno, ayúdame a defenderme…”. El pastor escuchaba ruidos de las celdas que se abrían y cerraban, voces que pedían ayuda desde un salón de torturas, y verdugos que gritaban buscando confesiones que se ajustaran a lo que ellos pedían. Un frío le recorrió todo el cuerpo. Mi amigo pidió fuerzas al Señor: “Padre, te he servido lo mejor que pude, ayuda a mi esposa y a mis hijos, y a mi amada congregación, cuando les falte su pastor”.  Lo encarcelaron. Estuvo todo el día en aquel horrible lugar; nadie sabía que estaba allí. Tampoco había explicaciones, y él no las exigía. Vino el anochecer, y al fin escuchó su nombre. Cuando estuvo al frente del alto oficial que ya lo conocía de la noche anterior, uno de los secretarios leyó una especie de resumen de lo que habían averiguado de su persona. Todo coincidía con él, escuchó el nombre de su esposa y de sus hijos, la iglesia que pastoreaba y hasta las veces que había salido y entrado del país. “¿Cual es el veredicto?” Pregunto en voz alta el oficial, y un oficial de menor rango, vino delante del oficial hizo el saludo militar, haciendo sonar sus zapatos. Entonces, mi amigo pastor escuchó: “¡Mi general, este hombre es inofensivo para el régimen es un pastor evangélico!...”, acto seguido, le devolvieron sus documentos y su dinero, y lo dejaron libre. Una vez en la calle, tomó un taxi hacia su casa. Sus emociones se desbordaron y empezó a llorar, no de alegría sino de tristeza, la voz de aquel hombre le retumbaba en sus oídos: “¡es inofensivo!”…
¿Se dirá eso mismo de nosotros frente a la incomodidad de la evangelización? La nación en la cual vivo se conoce por ser multicultural. Aunque existe libertad de cultos se nos ordena respetar y no ofender a los musulmanes, ni a los judíos, tampoco a los homosexuales, ni a los ateos. Predicar el evangelio se ha hecho ofensivo para esta sociedad que anda por el camino ancho de la perdición eterna. ¿Qué haremos? Algunos cristianos ha escogido ser cómodos, ellos son inofensivos, cómplices de todas las desviaciones de nuestra sociedad y del mundo actual. Por otra parte, la iglesia de estos tiempos se caracteriza por haber ajustado el mensaje –según ellos- demasiado agresivo y acusador. Sus iglesias están llenas de gente que vinieron para escuchar mensajes de cómo ser triunfadores en este mundo moderno, y otros así, por el estilo. Un pastor muy conocido de una de las congregaciones más grandes de los Estados Unidos, dijo en una entrevista: “¡No predicamos sobre el pecado en nuestra iglesia porque eso ofendería a nuestros numerosos asistentes!”.
Mis amados, la verdad de las cosas es que el Evangelio de JESÚS ofende. El mismo fundador murió en una cruz. Sus discípulos fueron tan ofensivos que todos –excepto Juan el Apóstol- murieron crucificados. Los millones de mártires de ayer y de hoy así lo proclaman. ¡No tenemos salida! No hay otro Evangelio. La puerta que conduce de la tribulación a la gloria es estrecha; muchas cosas se tienen que quedar cuando la puerta es estrecha, y apenas, de uno en uno y dejando todo, podemos pasar. Uno tiene que reconocer que es un pobre pecador y que va camino al infierno. Uno tiene que arrepentirse y nacer de nuevo. ¡Eso no es fácil! Nosotros hablamos tanto de autoimagen que olvidamos que hemos sido hechos   a la imagen de Dios, y no a la de este mundo que va camino a su propia destrucción.  Es un urgente; el tiempo es corto. ¡Salgamos de nuestra comodidad y dejemos de ser inofensivos! JESÚS espera que como sus grandes hombres y mujeres del pasado, nosotros también, debemos escoger: Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado (Hebreos 11: 24-25 NVI).

Oración:
Padre ayúdame a ser un testigo eficaz llevando tu Evangelio en uno de los momentos más difíciles de la humanidad. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Un evangelio sin la ofensa de la cruz, la negación de uno mismo y la invitación a tomar cada día la cruz, no es evangelio.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

jueves, 25 de octubre de 2012

El despertar de la gracia (2)


Francisco Aular

Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Lucas 14:17

En los tiempos de JESÚS, cuando los hombres acaudalados celebraban una gran fiesta, cursaban dos invitaciones. La primera era la noticia preliminar, contenía la invitación y las indicaciones para que los invitados hicieran los preparativos necesarios para asegurar la asistencia; la segunda invitación informaba que la fiesta estaba lista, y que los invitados debían acudir; era un honor ser invitado por aquel anfitrión tan importante y una ofensa rechazarlo. Así pues, podemos decir que, en la parábola que nos atañe, ese Anfitrión, esa gran cena y los invitados a ella, representan la gracia divina. Hoy, Dios está celebrando una gran cena y nos invita a ella; llegará el momento en que el tiempo de la gracia habrá terminado, y sólo los que acudieron a la invitación, disfrutarán de la gracia de Dios para siempre.
En la película premiada con un Oscar, “El banquete de Babette” -es una película secular- se argumenta una historia del contraste entre el plano religioso del legalismo y la gracia. En la historia, un pastor perteneciente a una rama del luteranismo legalista, con sus dos bellas y talentosas hijas reúne a su congregación en un pueblo de Austria. Sus feligreses lo aman; él forma con ellos un grupo que se aísla de la sociedad. Todos visten de negro, consumen una misma comida que consiste en pescado y papas sancochadas, aderezada con cerveza y pan. Sólo se cantan himnos, y algunos de ellos cuyas letras prometen un gran futuro en la Nueva Jerusalén.
Pues bien, el pastor muere y en su lugar, quedan sus dos hijas: Martina, llamada así en honor de Martín Lutero, y Philippa, en recuerdo de Felipe Melancton, éstos, dos grandes héroes de la fe. Todo está lleno de austeridad. Sin embargo, el pecado está entre ellos, y con los años, las raíces de amargura han hecho estragos en las relaciones de los lugareños.
Se introduce en la historia una francesa de nombre Babette, que viene huyendo de la guerra de Francia, en  donde ha perdido todo lo que poseía; la mujer, en una fría noche de invierno, en medio de un torrencial aguacero, llega a la playa cercana a aquella secta. Es casi la medianoche cuando toca la puerta de la casa de las hermanas Martina y Philippa; Babette les pide posada, y durante 12 años les sirve sin cobrar nada por ello, sólo recibe hospedaje y comida; una inesperada circunstancia pone en las manos de Babette, ¡diez mil francos!, las hermanas se alegran de que Babette sea rica, pero, saben que con ese dinero ella saldrá a vivir una nueva vida, lejos de ellas, sin embargo, sorprendentemente, Babette se queda con ellas, y, como celebrarán el centenario del natalicio del pastor, Babette les promete hacer una gran cena al estilo francés; así lo hace y en la fecha establecida, un 15 de diciembre, entre los recelos de las hermanas y de los feligreses, ella sirve un banquete inolvidable. Los invitados acuden, entre ellos un general que en tiempos anteriores había cortejado a Martina; este general, había visitado un famoso restaurante llamado el “Café Anglais” en París, en donde la jefa de la cocina era una mujer. Los aldeanos empiezan a degustar aquella comida tan diferente a los que por tantos años habían saboreado; habían acordado no preguntar nada sino comerla toda. Todos los aldeanos hacen en la mesa lo que ven hacer al general; solamente él va comentando cada plato y cada bebida; a medida que la cena va avanzando, los feligreses se confiesan unos a otros sus faltas y se piden perdón. Termina la fiesta, y en medio de la nieve se pierde el carruaje del general…, se ve el cielo azul y estrellado en el horizonte.
La penúltima escena de la película es inolvidable: afuera, los ancianos, como niños se toman de las manos alrededor de la fuente, y cantan en medio de la noche los cánticos de su fe y de esperanza. Es una escena que refleja que el banquete de Babette les había abierto la puerta a la comunión y la paz unos con otros, y había comenzado en la aurora el despertar de la gracia. Como lo dice la autora del libro en el cual se basó la película, Karen Blixen, los feligreses se sentían, “como si de veras sus pecados hubieran sido lavados, tan blancos como la nieve, y en este atuendo de inocencia recuperada, estuvieran brincando como corderillos”.
En la escena final se ve a Babette sentada y la cocina en completo desorden. Ella luce satisfecha; había honrado a sus visitantes con una gran cena. “Babette, fue una escena encantadora”, le dice Martina con gratitud. Babette, que había cocinado por 12 años la misma comida en aquella casa, añade: “Yo fui la jefa de cocina del Café Anglais”. Las hermanas piensan que Babette se regresará a París, pero Babette, les dice: “He gastado todos los diez mil francos en esta cena, ¡no se asombren! Eso cuesta una cena como ésta en el Café Anglais” ¡Los comensales no habían pagado nada! tal y como la gracia: ¡gratis pero no barata!
¡Qué parábola! Así Dios, por su gracia, sin que nos cueste nada a nosotros, nos invita a la salvación. El Señor  nos invita a su Cena. Con esto se unen las dos caras de la gracia para que sea efectiva: La gracia da, la fe recibe. ¡Ese es el despertar de la gracia!

Oración:
Amado Padre Celestial:
Gracias Señor porque un día viste que yo no tenía, por mí mismo, ningún mérito para llegarme a ti; pero por tu gracia me invitaste a tu cena y me diste el nuevo nacimiento para poder disfrutarla por medio tu amado Hijo, lleno de méritos, “lleno de gracia y verdad”. Ayúdame a decir a los demás que hay Vida en JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La salvación por gracia se desprende de la invitación que Dios nos hace a través de JESÚS. Usted está invitado a esta gran cena; no ponga excusas y honre al Anfitrión.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

miércoles, 24 de octubre de 2012

El despertar de la gracia (1)


Francisco Aular

Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios. Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló. La salvación de ustedes no es el resultado de sus propios esfuerzos. Por eso nadie puede sentirse orgulloso. Efesios 2:8,9 (La Biblia en lenguaje actual)

Gracia es quizás la palabra más hermosa que tenga la Palabra de Dios. Podemos definir la gracia como “la provisión amorosa y misericordiosa de Dios para la necesidad del hombre perdido. El hombre, en su estado natural es egoísta, egocéntrico y orgulloso; se halla esclavizado por Satanás, y espiritualmente muerto en delitos y pecados. Debido a su naturaleza pecaminosa, el hombre es incapaz de salvarse a sí mismo” (Fe y Mensaje Bautistas), en efecto, la Biblia nos dice que el ser humano sin Cristo está “muerto en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1,2). Yo que trabajé en una sala de autopsias de un hospital por más de cinco años, y vi tantos cadáveres, nunca escuché un “ay” de ninguno de ellos. ¿Ha visto usted a algún muerto hacer algo por él mismo? No. Nunca lo verá. Esta es una gran verdad porque algunos que están muertos según Dios, no tienen la vida verdadera y eterna “zoé”, están vivos con la vida humana “bíos”, nada más. En realidad están muertos como bien lo dijera el poeta Antonio Muñoz Feijoo:
No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de su tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.
Pues bien, un muerto lo que necesita es vida, y JESÚS es la Vida: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6 RV60). “De cierto, de cierto os digo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24 RV60).  Por eso, pudo dar esperanza a los familiares y amigos de su discípulo Lázaro al traerlo de nuevo a la vida “bíos”, sin duda que, Lázaro volvería a morir, así que se refería a la Vida Espiritual, la vida que vino del cielo, ¡JESÚS mismo!:Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25 RV60).
¿Saben? Hubo un tiempo en que yo también estuve muerto. Mis amigos me hablaban de JESÚS como la Vida, pero yo continuaba muerto, me invitaban a sus reuniones, cantaban leían la Biblia y hasta me predicaban, y yo, allí insensible, yerto en un mármol frío. Como muerto no tenía una relación con Dios; estaba sordo a su llamado, y el bendito sonido del Evangelio sólo me olía a religión; yo decía: “Yo tengo una religión, yo hago buenas obras, yo soy bueno y no le hago mal a nadie”, pero seguía muerto. Un inolvidable día, ¡la gracia de Dios abrió mis ojos!, y me vi a mí mismo camino a la perdición eterna y lejos de Dios; se abrieron mis oídos y pude escuchar las palabras más hermosas que jamás había oído:Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Como un dedo venido desde el cielo tocó mi corazón, y también mi mente; se cayeron las vendas de mis ojos, y lo miré a Él con los ojos del espíritu, y ese toque de la gracia, de su bendita gracia, me despertó de la muerte y me dio Vida. Ahora puedo decir como el Apóstol: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20 RV60). Eso no quiere decir, que no sufra, que no tenga problemas como los que andan todavía, “muertos en sus delitos y pecados”, porque no soy perfecto, pero en medio de las circunstancias de la vida me aferro a mi nueva Vida, y soy más que vencedor. El apóstol Pablo, antes de dar su vida por la fe, también sufrió, oró a Dios y esta fue la respuesta:Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:19 RV60). ¡Así es el despertar de la gracia sirve para la presente vida y la eterna!

Oración:
Amado Padre Celestial:
Te doy las gracias Señor porque un día viste que yo no tenía, en mí mismo, ningún mérito para llegarme a ti, pero por tu gracia me diste el nuevo nacimiento y la nueva vida por medio tu amado Hijo, lleno de méritos, “lleno de gracia y verdad”. Ayúdame a decir a los demás que hay Vida de en JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La salvación por gracia se desprende del lugar que compró JESÚS y hoy nos lo ofrece como un regalo. No tenga en poco lo que Él hizo al intentar comprarlo usted.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

 

martes, 23 de octubre de 2012

¡SEÑOR, dame mi montaña!


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Lectura devocional: Josué 14:6-15
Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los *anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido. Josué 14:12 (NVI)

El adolescente de 14 años está limpiando el estudio fotográfico; es su primer trabajo en la calle e intenta hacerlo lo mejor que puede, pues, sus padres de crianza dependen de su pequeño sueldo para enfrentar los gastos de la casa. El dueño del negocio, es un andino viejo, tal vez, en los sesenta años... Este hombre poseía una enorme biblioteca, y por su forma de hablar, había leído muchos de aquellos libros. A mediados de una tarde -como siempre lo hacía-, empieza a contar una historia, y, mientras el jovencito cumplía su tarea, le prestaba atención.
El hombre inicia el relato de la manera siguiente: “Hace mucho tiempo hubo una reunión de todos los animales y entre ellos, el águila, el cual desde su casa ubicada en la cumbre de una montaña se había incorporado a la reunión en un envidiable vuelo y aterrizaje perfectos. El rey león preside la reunión, y en una parte de la agenda se había contemplado un tiempo para hacer los desafíos a todo el reino animal. El águila pidió la palabra y dijo: “Los desafío a todos ustedes a que suban a mi casa en la cumbre de aquella montaña delante de nosotros.” Hubo un silencio en todo el valle… Era evidente que ningún animal, ni siquiera las aves, aceptaban el reto, ¡de repente!, una débil vocecita surgió, y con sus ojos penetrantes y la agudeza de su oído el águila buscó y su mirada se posó sobre un pequeño y joven caracol, que le dijo: “¡Hermano águila, yo subiré!” Todos rieron porque era evidente que aquel había sido el mejor chiste de toda la reunión. Pasaron los años, y en una fría mañana en la cumbre de la montaña, el águila, majestuosamente se quitaba el sueño agitando sus gigantes alas. Entonces, escucha una vocecita que le dice: “¡Hermano águila, hermano águila. Aquí estoy!” Era el viejo caracol…”.
Con el pasar de los años he visto que la vida funciona de manera muy parecida al relato del águila y el caracol. Uno tiene que dejar atrás por inútil, las quejas, la envidia por no haber nacido en cuna de oro y tener las posibilidades naturales de otros; igualmente, las desiluciones y fracasos, y volar hasta posarse en la cumbre, pues, allí hay lugar para todos.
Ya saben ustedes que uno de mis personajes favoritos es Caleb, el hijo de Jefone, príncipe de la tribu de Judá, y uno de los doce exploradores o espías que envió Moisés a reconocer la tierra de Canaán. El reporte final de estos hombres fue negativo, diez de ellos dijeron “—No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros!”, pero allí estaba un joven caracol, Caleb, pensador de que nada hay imposible para Dios: “—¡Vamos enseguida a tomar la tierra! —dijo—. ¡De seguro podemos conquistarla!”; y así fue porque aquel joven Caleb, que mostraba su linaje de pensador de imposibilidades y un optimismo que le brotaba por todos los poros, dijo: “¡SEÑOR, dame esa montaña!”,
Caleb se enfrentó por cuarenta y cinco años a todos los peligros y batallas que su pueblo peleó, pero la promesa que Dios le había hecho por medio de Moisés la llevaba consigo: “La tierra de Canaán, por donde recién caminaste, será tu porción de tierra y la de tus descendientes para siempre, porque seguiste al Señor mi Dios con todo tu corazón”. Pasan los años, y es un anciano de ochenta y cinco años, viene delante de aquel libertador Josué, que como él, había sido fiel a Dios en todas las circunstancias -¡les confieso que no puedo leer esto sin que mi pulso se me acelere!, y doy gracias al SEÑOR por esta historia, ¡y por ello soy miembro del “Club Caleb” para pensadores de imposibilidades!: “Ahora, como puedes ver, en todos estos cuarenta y cinco años desde que Moisés hizo esa promesa, el Señor me ha mantenido con vida y buena salud tal como lo prometió, incluso mientras Israel andaba vagando por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años. Estoy tan fuerte hoy como cuando Moisés me envió a esa travesía y aún puedo andar y pelear tan bien como lo hacía entonces. Así que dame la zona montañosa que el Señor me prometió. Tú recordarás que, mientras explorábamos, encontramos allí a los descendientes de Anac, que vivían en grandes ciudades amuralladas. Pero si el Señor está conmigo, yo los expulsaré de la tierra, tal como el Señor dijo». Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefone, y le dio Hebrón como su asignación de tierra. Hebrón todavía pertenece a los descendientes de Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, porque él siguió al Señor, Dios de Israel, con todo su corazón” (Josué 14:10-14 NTV.)

Oración:
Amado Padre Celestial:
¡SEÑOR, dame mi montaña! Sé que no será fácil escalarla y enfrentarme a todos los peligros al subir. Ayúdame a vencer mis propios gigantes que yo mismo he tolerado por tanto tiempo. Hoy reafirmo el propósito de mi vida y la razón por la cual estoy aquí: Subir la cumbre y quedarme allí para siempre contigo. Ayúdame a contagiar a otros, con un carácter impulsado por el fruto del Espíritu, y la esperanza de que tú me esperas para decirme: “Bien hecho, mi buen siervo fiel. (…) ¡Ven a celebrar conmigo!”. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Seas joven o viejo, no te detengas, Dios quiere utilizarte en su Reino si le dices: ¡SEÑOR, dame mi montaña!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?