viernes, 22 de abril de 2011

Perdón desde la cruz

Francisco Aular

Poco después, Jesús dijo: "¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!" Mientras los soldados echaban suertes para saber cuál de ellos se quedaría con la ropa de Jesús. Lucas 23:34 (La Biblia en lenguaje actual)

Aquellos que han tenido la bendición de nacer en hogares cuyos padres son cristianos nacidos de nuevo, no se pueden imaginar el trayecto que tuvimos que recorrer los otros para llegar al JESÚS de la Biblia. Cuán lejos estábamos de la verdad, los que nacimos en hogares solamente religiosos mezclados con el paganismo, y en donde el verdadero mensaje de la Semana Santa se perdía entre las supersticiones que la ignorancia de los propósitos de Dios impone. No obstante esto, a mi mente llegan los recuerdos lejanos de las mujeres de la casa preparando la comida que debíamos consumir en esos días, las bebidas  y los dulces. Así como también, las recomendaciones de nuestros padres, sobre que no debíamos escuchar música bailable, porque no era tiempo de alegría sino de tristeza pues, JESÚS había muerto. Los tiempo de ir a la playa y otras costumbres modernas estaban todavía lejos.  Más aún, se nos imponía a los niños que desde el miércoles no hiciéramos mucho ruido hasta el domingo de resurrección para no “herir” el cuerpo del Señor JESÚS. Por supuesto, niños al fin, nos olvidábamos, pero al recordarlo, adoptábamos la compostura deseada por nuestros mayores. Así, distorsionado, escuché por primera vez de la vida, pasión y muerte de JESÚS. No tenía claro, quién era, ni qué había hecho,  pero cuando aprendí a leer, una de las cosas que más anhelaba era leer la historia de JESÚS. Así fue, y un jueves de Semana Santa, mientras leía la Biblia, en el Evangelio de San Juan, ocurrió mi nuevo nacimiento en JESÚS. Aquel perdón ofrecido por Él, desde la cruz, me alcanzó. ¡Bendito sea Dios!
Ahora bien, cuando leo el Salmo 22 e Isaías 53 y veo los sufrimientos del Siervo Sufriente, creo que los mejores esfuerzos hechos por los predicadores, las obras de teatro y el cine se quedan cortos al presentarnos a JESÚS y la tortura de la crucifixión. Ocurrió que un miembro de nuestra iglesia en Manassas, Virginia fue a ver la película de Mel Gibson, la Pasión de Cristo, y me comentó después: “Pastor, el director se detuvo mucho en los sufrimientos de JESÚS”… “Hermano, -le respondí-, cualquiera hubiera sido en énfasis del sufrimiento de JESÚS en esa película, debió ser muy poco en comparación con la realidad”. No exagero, porque JESÚS en el Calvario, y sobre esa cruz, sufrió y  murió para expiar el pecado de toda la humanidad. JESÚS abrió la puerta de la salvación, y estableció un puente entre el Dios santo y nosotros los pecadores.
Por otra parte, no debemos perder de vista el hecho cierto de la obra perdonadora de JESÚS  a nuestro favor en toda sus etapas. El nacimiento de JESÚS, la vida que Él vivió y la muerte que Él sufrió son únicos. Jamás ser humano nació como JESÚS lo hizo en aquella primera Navidad; nunca, ningún otro ser humano vivió como Él vivió; nadie habló como JESÚS habló, y sus palabras han llevado consuelo, fortaleza y gozo a tantos de nosotros, como cuando Él las pronunció por primera vez; nadie ha hecho los milagros que Él hace, especialmente, transformar vidas desde aquí y para la eternidad cuando viviremos con Él en la Nueva Jerusalén; y, nadie murió como Él, JESÚS fue víctima de la religión, de la política y del estado, y desde entonces, es muy malo para la humanidad cuando ese triunvirato se impone. Pero me quedaría corto al no decir en esta hora, que JESÚS, ¡volvió a vivir! Regresó desde el más allá para decirnos que hay esperanza para el ser humano: "No tengas miedo. Yo soy el primero y el último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte” (Apocalipsis 1:17,18 LBLA).
Vayamos por un momento a la escena del Calvario. Serían las nueve y media de la mañana de aquel fatídico Viernes Santo, cuando JESÚS pronuncia su Primera Oración desde la cruz y nos ofrece su perdón:"¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!" En efecto, JESÚS era el secreto que el Padre tenía para reconciliar al ser humano pecador con Él mismo, y hacernos parte de su familia. Podemos darle el beneficio de la duda a todos aquellos que menospreciaron, humillaron y crucificaron a JESÚS injustamente: no sabían lo que hacían. ¿Nos alcanza esa oración de perdón a nosotros también? Ciertamente, sí.
Sin embargo, a más de dos mil años de este acontecimiento, el esfuerzo y la sangre de nuestros mártires para llevar este mensaje hasta el fin del mundo es ya un logro innegable, ello explica la existencia de la Iglesia del Señor en sus distintas confesiones y denominaciones a través de toda la tierra; las iglesias sirven de hogares para los nuevos creyentes; la existencia de millones y millones de Biblias distribuidas en todo el mundo es un mapa viviente de cómo ir a JESÚS; la actividad que despliegan las agencias misioneras e iglesias locales enviando a miles y miles de misioneros a todo el mundo para que anuncien también cómo llegar a JESÚS; se puede decir con las mismas palabras de JESÚS: “el que quiere oír que oiga”. Creo que esta generación de seres humanos, simplemente, no tiene excusas. Muchos le están dando las espaldas a Dios y ellos lo saben.
Por otra parte, me cuento entre los millones de cristianos nacidos de nuevo, que estamos llevando estas buenas nuevas de salvación, que es el  evangelio de nuestro Señor y Salvador por todo el mundo, con un sentido de urgencia. Somos un ejército de voluntarios dispuestos y disponibles todo el tiempo para anunciar el mensaje de la cruz a toda nuestra generación, sea que nos escuchen o no. JESÚS oró: “Padre perdónalos”. No es suficiente que la humanidad conozca de Dios, es indispensable su perdón. El perdón no es algo para decirlo en alguna forma, automático. La salvación es gratuita pero no es barata. Ciertamente JESÚS nos ofrece el perdón desde la cruz, a Él le costó su preciosa vida a los treinta y tres años. Así que, necesario es detenernos y ver que el perdón es obtenible por medio del arrepentimiento de nuestros pecados y el depósito de nuestra fe únicamente en JESÚS, quien nos ofrece su perdón desde la cruz.


Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Gracias por enviarnos a tu Hijo para que hiciera posible nuestra salvación eterna. Me arrepiento de todos mis pecados y te pido que entres a mi vida y me hagas una persona nueva para Ti y los demás. Ayúdame para anunciar a otros esta salvación tan grande, única y eterna en esta generación. En el nombre de JESÚS, amén.


Perla de hoy:
JESÚS nos perdona nuestra culpa del pasado para un presente de paz y un glorioso futuro.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?


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